Adentros

a veces el dolor

reniega de sus alas

 

seduce a la gacela

del lenguaje

 

y su fosforescencia

entibia nuestros

 

párpados irradia

otros adentros

 

a veces el dolor

no es una ráfaga

 

que tras de bastidores

se desliza

 

al quitarnos el saco

por las noches

 

ni el pez luciferino

que inventamos

 

boqueando silencioso

ante la puerta

 

a veces no es la voz

que atribuimos

 

a nuestro dios infante

el de la culpa

 

sincera y malherida

casi un eco

 

ni el vencido reflejo

el rostro sepia

 

que de tanto esperar

nuestras palabras

 

nos llama con hormigas

en los labios

 

a veces el dolor

es una aguja limpia

 

un mirlo envenenado

que navega

 

en las tardes viscosas

de febrero

 

un pedernal que a veces

casi siempre

 

resucita en el fuego

de otras manos

 

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