Me acuerdo de los zapatos verdes de mi mamá, tenían el tacón cuadrado y eran de agujetas. Me los probé durante años, y el día que me quedaron, ya no me gustaban.
Un día quise escribir un poema
de cuántas veces al día dice mi bebé mamá
para las doce del día
ya había perdido la cuenta.
Cuando mi hijo sea adolescente y me reclame
algo
le voy a recordar los cuatro años y medio
(y contando)
que llevo limpiándole la caca.