Toda la noche te miro,
tus ojos dos planetas alejados.
Nos miramos, nos juntamos
y el contacto eterno es inseparable,
un bigbang amoroso crea la ilusión
de que nos queremos,
pero los planetas se cubren
con una cortina enorme
y la imantación del encuentro
fue más falsa que la habitabilidad del terreno,
porque los astros se alejan obsesivos,
errantes como propios vagabundos y se quedan solos,
flotando en busca del choque verdadero.
Quizá un día fui feliz:
soportaba el contacto de juguetes ajenos,
el tendero me perdonaba cincuenta centavos
por una bolsa de papitas y unos chicles;
aquellos días me hacían sonreír,
la televisión me educaba,
jugar futbol en la calle
era la copa más importante de la Tierra,
los golpes el contacto divino
entre nuestra realidad y otra.
Quizá un día lo fui.
Quizá.