La cabellera de las mujeres

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El cabello de Sansón debía permanecer intacto, si no perdería toda su fuerza. Pero mientras dormía, Dalila le cortó el pelo y así acabó con su poder sobrehumano. 

Al parecer, del pasaje bíblico viene la creencia de que la cabellera larga es sinónimo de fortaleza. Pero poco se habla de que desprenderse de esta extensión del cuerpo es un acto de valentía. 

Nunca me había cortado el cabello. En la estética sólo pedía un despunte, que la estilista quitara los mechones maltratados y con eso bastaba. 

Nada de experimentar con cortes, tintes y ni bases. De mamá heredé el cabello castaño y lacio y la manera de cuidarlo: ella, a sus cincuenta y cinco años, lo mantenía “virgen”; yo, a mis veintiséis, también. 

Pero Sansón no es el único culpable de un cabello intacto. A Rapunzel le debemos la idea de una cabellera larga como una torre y resistente como una cuerda. El cabello no sólo es símbolo de fortaleza, también de belleza.

Quizá por eso mi madre y yo ni siquiera nos permitíamos la crema para peinar, el gel o el spray; mucho menos las tenazas ni las planchas para alaciar nuestra melena. 

Desde la adolescencia, mi mamá me ayudaba a cortarme el fleco ante mi temor de tusarlo. Luego de afilar sus tijeras y sentarme frente al espejo del tocador, se ofrecía a cepillarlo, hacerme una coleta o trenzarlo para recordar cuando me alistaba para ir al preescolar. 

—¿Te peino? —me decía, de la nada, los domingos que estaba en casa. Ni cómo negarme al ritual en el que mamá acercaba el peine y el atomizador y me sugería peinados como el mesero promueve los platillos a la carta. Una vez que me decidía por uno y ella empezaba a hacerlo, no dejábamos de platicar: cómo estuvo la semana, cómo está la familia, cómo va el trabajo, qué le pasó al vecino. 

Nuestro cabello nos unía. Nos mantuvo juntas incluso cuando ambas decidimos cortarlo treinta centímetros. Mamá me tejió mi trenza y yo a ella; me la cortó y yo a ella. Cada una la guardó en una bolsa y escribió un mensaje para las mujeres con cáncer que han perdido su cabellera. Después fuimos a entregarlas a un centro de acopio. 

Quedarse sin cabello trae consecuencias psicológicas y sociales, más allá de las físicas. Pero en la cabellera de las mujeres, debilidad no es lo opuesto a fortaleza ni belleza es lo contrario de fealdad. 

El cabello de Sansón debía permanecer intacto, si no el mítico personaje perdería toda su fortaleza. Nosotras, al contrario, cuando lo cortamos, nos hicimos más fuertes. 

Semblanza

Luz Rangel tiene 26 años y es periodista de formación y de profesión. En 2019 se tituló de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y actualmente trabaja como reportera-editora en el medio multiplataforma Reporte Índigo.

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