Mi luna favorita

pexels-francesco-paggiaro-1374883-scaled-thegem-blog-default

—Podemos estar de acuerdo que no me conoces, tal vez en otras circunstancias pudimos no sé, ser amigas, compañeras de trabajo, vecinas o una pareja feliz con hijos y un perro.

Las cosas son totalmente distintas, henos aquí. ¡Pero oye! Estamos juntas que es lo que cuenta. Dos personas en un cuarto, a solas y con todo el tiempo que nos permita este círculo de fuego. Comencemos con nuestros oficios. ¿Qué te parece? Yo empiezo: mi empleo no es la gran cosa, soy camarera del restaurante que tanto te encanta visitar, es una lástima que no puedas verme pero creo que con la voz basta para que me reconozcas.

Perdón por no notarlo pero no te preocupes yo te puedo presentar, no es ninguna molestia, es más te pido una disculpa por no notarlo: paramédica, 30 años, siempre te sientas al principio de la barra y pides un café doble, dos tostadas con mermelada y un jugo de frutas. Eso ultimo me parece extraño para la mañana, pero quién soy para siquiera criticarte.

Muy bien, ya nos presentamos, ahora vamos por lo que realmente te debe interesar. Por supuesto que tengo muchas cosas que decir y me agradaría que me escuches hasta el final. ¿Te parece?

—¡Espera! ¡No hagas eso! Te dije que no te movieras. Espero estas cuerdas eviten que lo vuelvas a hacer.

—¡Mhhhmm!

—¡Demonios! Parece que se nos acaba el tiempo, en fin, tendré que resumirlo. Lo único que puedo y he querido decirte es gracias, gracias por estar en mi vista por este corto tiempo, fuiste como una luna que orbitaba a mi alrededor, mi motivación para no querer deshacerme de mi hijo y la fuerza de voluntad para soportar a mi casera. Cuando te veía entrar por la puerta, llevando tu chaleco insignia de la cruz roja, respondiéndome con una sonrisa que en cualquier momento estarías ahí para apoyarme.

No llores por favor, si lo haces también yo lloraré. Mejor muéstrame otra vez esa sonrisa tranquilizadora que tienes diciéndome que todo estará bien.

Pero qué descuidada de mi parte, voy a quitarte la mordaza y…

—¡Qué demonios te pasa! ¡Vamos a morir quemadas!

—Dime que todo estará bien, vamos te lo pido desde el fondo de mi corazón, es todo lo que quiero.

—Todo… todo estará…

—¡NO! Dilo con una sonrisa, tu aperlada sonrisa de oreja a oreja que me mostrabas todos los días.

—No puedo, no siento la cara…

—¡DILO!

—Todo… todo estará bien.

—Gracias por hacerlo realidad mi todo, mi querida Eirene, mi hermosa luna de Júpiter.

2

Dejar un comentario

X