Cartografiar lo invisible

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Una figura en un mapa adquiere un significado único para quien no ha estado en el lugar que designan aquellos trazos. Ante la falta de evidencia visual o de los otros sentidos, comenzamos a proyectar sitios inspirados en lo real que jamás podrán adquirir un cuerpo. Asignarle características a la propuesta cartográfica se vuelve un ejercicio similar al de traducir las descripciones verbales en representaciones dinámicas de espacios que podrían ser verosímiles.

En más de una ocasión, los mapas digitales me han representado una oportunidad de conocer nuevas zonas geográficas desde la inmovilidad. Como el escenógrafo que confiere movimiento a las ideas, puedo reconstruir las posibilidades de un dibujo y superponerlas a mi realidad. Abro una aplicación y fijo un punto aleatorio, próximo o remoto, para comenzar a leer secciones del planeta; recorro las calles y carreteras con la punta de mis dedos en la pantalla interactiva. Los nombres que descubro, las extensiones de las líneas y las distribuciones de las áreas sugieren la apariencia de ese territorio en cuatro dimensiones.

Prefiero quedarme en la bidimensionalidad, pues habilitar las funciones que me ubican en las imágenes s o menos exactasde las calles implica convertirme en un visitante más, no en un viajero. La navegación en la imagen es el equivalente a transformarse en un personaje dentro de una trama preprogramada, como el que ocupa un asiento en el autobús turístico y tiene todas las reacciones condicionadas por el repertorio del guía y los edificios que moldean el paisaje. Quiero ver fuera de lo delimitado por el lente de la cámara.

Lo reconozco, no resulta fácil desvincular tiempo y espacio. He comprobado cómo se ha transformado mi hogar y sus inmediaciones con los años. Alguna vez que he buscado mi casa en el mapa interactivo —¿quién no lo ha hecho?he advertido el desfase entre aquellas capturas en imagen y la versión actual. Corta distancia, aunque son lugares distintos con las huellas impresas de quienes los habitan.

Nunca los mapas coinciden uno a uno con la realidad. Así como los cartógrafos en el microrrelato de Borges, a medida que superpongo ese mapa que he creado sólo para mí, doy origen a otras realidades que coexisten. Me pregunto si alguien, en estas mismas travesías estáticas, tropieza con los sitios que me parecen más familiares por ejemplo, este polígono irregular al que llamo casa— y cómo su versión imaginaria los reescribe.

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