Bella y Bestia

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En la película de Disney, el sendero se bifurcaba en dos. El caballo, como buen animal, guiado por instintos, quería recorrer el camino seguro e iluminado, pero el desorientado padre de Bella se empeñó en conducirlos por la vía incierta y tenebrosa, suponiendo que sería un atajo. 

Esa decisión los llevó a los lobos: el caballo huyó de regreso a casa y Maurice no tuvo más opción que resguardarse en el castillo de la Bestia. Lo que ocurrió después parecía un trágico final, pero no era sino el inicio de la historia que recordamos. Bella y Bestia se enamorarían y romperían el hechizo antes de que cayera el último pétalo de la rosa encantada.

Si cuando el sendero se bifurcaba en dos, se hubiera elegido distinto, probablemente el inventor habría llegado a la feria. En efecto su genio hubiera sido reconocido y habría ganado el dinero suficiente para que él y su hija dejaran atrás aquella vida provincial. Ese parecía un buen final, pero no olvidemos que Bestia sería sentenciado a tener ese atroz aspecto por toda la eternidad y, acaso, factiblemente, en algún momento, frustrado y resentido, pidiera a su espejo mágico ver a la persona más hermosa. El artefacto mágico le mostraría a Bella y, posiblemente, la Bestia podría cazarla y descargar su furia contra ella.

Sé que hay demasiados quizás en esta suposición, pero todo es posible. Que aquel príncipe se librara de la maldición era una probabilidad remota, aun así, lo consiguió, por lo menos en la versión animada. Pero la palabra es creadora de realidades y, ahora, con tu ayuda querido lector, hemos dotado de tiempo y espacio a esta terrible alternativa de la historia.

¿Te has preguntado en qué otra vida podrías estar coexistiendo? Si regresaras a esas disyuntivas en tu bosque personal para elegir el otro camino, ¿a dónde de te habrían llevado?

Aunque solemos no estar conscientes de ello, cada momento, a cada paso que damos, vivimos inmersos en un mundo de posibilidades. El trayecto que hemos recorrido y el camino que seguiremos no es una línea recta, lo vamos forjando con nuestras decisiones. Y aunque sólo algunas de ellas son muy meditadas, como ocurre al momento de elegir carrera o pareja, por ejemplo, en realidad todas, incluso las pequeñas y cotidianas elecciones que hacemos tienen consecuencias.  

Podríamos enloquecer si pensáramos así todo el tiempo. El bosque es como un laberinto donde cada árbol es un punto para cambiar el rumbo, por eso, literariamente, es un lugar fortuito e ideal para romper patrones.

Con esa analogía en mente, podríamos imaginar a cada edificio, cada calle, cada persona, como un árbol de nuestro bosque, ese algo que podría encaminarnos por otra senda. Tengamos en mente que, por cada elección tomada, hay una o varias posibilidades que truncamos, historias que no se desarrollan o, por lo menos, no en nuestro universo.

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