Dejé mi corazón en un bosque

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No sé cómo he llegado a este punto y no sé cómo salir de aquí. Me encontraba caminando entre inmensos árboles de abundante follaje, podía escuchar bajo mis pasos el crujido de las hojas caídas desde lo alto. Sonaban como si intentaran decirme algo, como si me advirtiesen de algún peligro latente.

La luz alcanzaba a tocar con un dulce gesto mi cuerpo y me calentaba por momentos. Me vi inmerso dentro de esta atmósfera. Podía ver los frágiles rayos del sol que penetraban en la densidad boscosa: las hojas de los árboles eran diáfanas, distantes, caían como vacilando al ritmo del viento. Un ambiente de penumbra me invadió: presentí que pronto estaría perdido en el abismo de la noche.

En un instante y con un cariz de inesperada calma, levanté la mirada y sentí mi corazón elevándose: pude ver las formas inquebrantables de mi corazón alzarse cual reyezuelo aleteando hacia lo alto, era como un pergamino llevado por el viento. Con su cálido aroma terracota, llevaba mi inscripción sanguínea de un sinfín de latidos.

¿Cómo podía saber si en ese momento me encontraba lúcido o si estaba inmerso en la profundidad de mis sueños? Un ruido se acercaba a mí, imprevisto, abrí mis ojos lentamente: era la voz del bosque la que vibraba por todo mi cuerpo. Me susurraba sus más profundos secretos: los rasguños animales, el sonido del viento rozando mi plúmbeo rostro y el paisaje acicular que se desprendía desde la lejana oscuridad.

El tiempo del mundo se contrajo en un segundo, sentí transcurrir toda mi vida al correlato de un latido de mi corazón…

Aquella ocasión no solo vi un bosque, pude sentirlo gloriosamente: gocé de sus bifurcados caminos, me perdí entre sus pasajes, no había rumbo ni destino, sólo un instinto: vivir. El balbuceo de las hojas acallaba poco a poco mi abatido corazón, mis latidos se confundían con el horizonte sonoro mientras que su paisaje arbolado se internaba dentro de mí hasta tomarme por completo. Mis pasos fueron débiles, me recosté en la tierra fría y pude escuchar de ella una delicada advertencia:

—Todo es real. Has dejado tu corazón elevarse hacia lo alto. Ahora tú eres el bosque.

Experimenté una tranquilidad inusitada.

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