El bosque de mis hijas

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Allí estaban encerradas en las locuras de la vida, asustadas, enojadas, perdidas. 

Intenté siempre guiarlas por el camino más seguro, construyendo un sendero firme, pero con diminutas rocas para que no se lastimaran.

Sin darme cuenta, confiado de sus acostumbradas sonrisas y de sus fuertes y seguras palabras, en el camino dado las descuidé un rato. 

Nunca imaginé que conducirían por otros senderos, porque éste, aunque fuese deslumbrante y llamativo, lo seguirían siempre con mi ejemplo y mis consejos.

Cuando las costumbres se desplomaron era ya muy tarde. La difícil edad adolescente estaba entre ustedes. Ambas corriendo hacia diferentes precipicios. 

Yo también ahí estaba, dentro de aquel bosque; mi desesperación por verlas llegar me devastaba.

Sentados sobre este precipicio intento contarles a mis hijas que una vez vi un bosque.

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