Un bosque en la yema de tus dedos

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Una vez vi un bosque en la yema de tus dedos. Era cálido, casi enternecedor. No poseía troncos, ni hojas, ni animales, no tenía imagen. Sería un desierto de no ser por las abundantes letras: b, o, s, q, u, e; frondosas y repetidas hasta donde alcanza la vista. Es intrínseco en todo bosque el deseo de tocar el cielo, pero no había nada nuevo allá arriba. Al cabo de un rato, los millones de letras chocaron con su espejo. Fue entonces cuando vi el bosque, mi espeso humo gélido fue a encontrarse con él, limpió el aire lleno de polvo y dejó ver una masa brillante que funcionaba como contenedor de raíces para las letras. Mas el bosque nada era, comparado con los espejos brillantes y tectónicos. Uno pertenecía al impulso de elevarse y otro al estático tiempo que maneja el humo. Al ser observables parecían libres; al ser tangibles, parecían atrayentes. Dos reflejos devorando un bosque, arrasando con el sucio remolino de signos que interrumpía el efecto de infinitas superficies visibles. Las letras presionadas ante su inminente eternidad, prefirieron no existir…

Una vez vi un bosque con la fría piel de mi brazo, una vez vi un bosque en la yema de tus dedos. ¿Qué es ver sino multiplicar el lenguaje hasta su fin? ¿Qué es ver sino sentir?

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Comentarios (1)

Felicidades! Sigue adelante desarrollando todo tu potencial

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