Un bosque otra vez

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Una vez vi un bosque

y mi corazón se derramó en él.

Algún día, alguna noche, me perdí entre sus ramas; 

mil veces, una y otra vez.

Estéril se ha tornado mi vida,

entrecortada la respiración del mundo.

Los días de bosques furtivos me han alcanzado.

Todo ha sido una gran ilusión.

Presente insípido y gris.

La verdad se oculta tras una malla,

envuelta por nubes rojas y muerte.

Un edificio se hace pasar por una flor. 

Toda esta naturaleza vencida,

años atrás,

se ha vuelto polvo con el viento.

Mientras tanto, un árbol da su último aliento.

Aquella desesperanza, desazona los sueños de las estrellas.

¿Qué es este mundo en que me tocó vivir?

¿Qué son estos días sin sus rincones verdes vivientes?

¿Qué soy yo si me arrancaron de donde pertenezco?

¿Qué es mi vida sino un segundo en este momento?

Este lugar, de azufre y sin memoria,

no será nunca más.

En un hogar podrido, carcomido por manos invisibles, 

las plantas no brotan más. 

Monumentos de flores plásticas, inertes,

decoran las fachadas de la sin razón. 

Con un ademán me dispuse a correr, 

pues la cortina del olvido se apoderaba de mí. 

Corrí para no perder el tiempo,

corrí para atrapar el momento. 

Di cuatro pasos que valieron diez

y tras de mí, dejé todo lo que una vez fui. 

De pronto, afloraron las palabras de un trasnochado roble:

—Un bosque puede ser un mar, 

puede ser un soplo de viento, 

puede ser una sonrisa de un amor sincero.

Un bosque se puede hallar hasta en el trago más amargo. 

—Un bosque es ese instante que se nos escapa,

ese infinito volver. 

Un bosque es perderse en lo cotidiano, 

caminar sin rumbo, 

dar vueltas, zigzaguear, ser indescifrable. 

—Este momento, aquí, está bien. 

Las historias las creas tú,

los bosques los levantas tú.

La vida, puede surgir en cualquier recoveco. 

Después de que sus palabras atravesaron mis entrañas, 

una extraña sensación se apoderó de mí.

Como una descarga eléctrica, 

como una lluvia celestial de millones de partículas. 

Entonces decidí atrapar el instante,

todo lo entendí. 

Años buscando mi anhelado bosque,

para al final, darme cuenta de que el bosque

siempre estuvo en mí. 

Detuve en seco mi desesperada carrera, 

había llegado a las ruinas del bosque inventado. 

Solté mis versos a lo lejos, se los entregué a ese momento. 

—¡Una vez vi un bosque! —grité rejuvenecido.

Y las raíces, los lirios, la fragancia de lluvia mojada;

 ¡El bosque con sus árboles rociados!

Se erigieron de los muertos.

Y yo florecí una vez más.

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