Baraja posmoderna

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Oriente ha dado a luz juegos con significados particularmente simbólicos, que han sido denotados en varias ocasiones en la literatura: el Ajedrez de Borges es un ejemplo, pero las cartas también dan cuenta de ello. Tienen un origen rastreable al s. XIV y aunque las seguimos utilizando ya sea para adivinar, jugar o analizar, cabe mencionar que han ido transformándose con el tiempo.

En la península ibérica, la herencia árabe de cimitarras, copas, bastones y monedas se latinizó en espadas, copas, bastos y oros; luego la versión francesa simplificó los elementos en pica, corazón, trébol y diamante; pero el sentido era representar a los estratos de la sociedad medieval: nobles y militares, sacerdotes, agricultores y comerciantes. Ahora me planteo cómo procederíamos para actualizar la iconografía.

Los ejércitos no blanden hojas de acero, disparan armas de fuego y armas nucleares, aunque también podríamos poner directamente el símbolo de arma biológica. El rito eucarístico de los sacerdotes católicos aún contempla las copas, pero siendo justos e inclusivos, para simbolizar la religión sería igualmente válido usar la mano de Jaina, un ideograma, un mantra sánscrito, la rueda del dharma, estrellas de seis o nueve picos, una luna con una pequeña estrella, el yin y el yang, etc. También habría que cambiar la herramienta rústica del basto por una cadena de ADN pues la agricultura moderna depende de la ingeniería genética. Y para el comercio, tendríamos que hablar de transferencias electrónicas y criptomonedas que ya tienen sus símbolos propios. 

Así que para conformar la baraja posmoderna reeditaríamos la pica por el contorno discontinuo de un trébol sin tallo; el corazón se transformaría en una especie de flor, parecida al símbolo del átomo donde pudieran coexistir los distintos dogmas pero compartiendo el mismo núcleo sagrado; luego, ni bastos ni trébol: una escalera torcida; y para las monedas, usaríamos círculos con letras y formas ya conocidas.

Con el mazo listo, lo siguiente es preparar el ambiente, calmarse y concentrarse; revolver la baraja, partir las cartas e irlas abriendo una a una; usar el instinto y combinar sus significados para interpretar la lectura. Desafortunadamente, estas cartas, más que adivinar, jugar o analizar, pronostican muerte y destrucción, dan cuenta de la polarización de la sociedad y son ejemplo de cómo los mortales juegan a ser dioses mientras simulan que viven en una realidad virtual.

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