Nos mirábamos los unos a los otros, la sospecha en los rostros era notoria, la pregunta en la mente de todos los que estábamos ahí era: «¿quién entre nosotros es el monstruo?».
Llevábamos sólo un par de horas, pero cada minuto acrecentaba la incertidumbre. Nos cuidábamos la espalda al platicar con alguien, sospechando de todos, incluso de aquellos molestos niños que llevaban tanto tiempo llorando.
La única información que se nos comunicó antes de que se cerrara indefinidamente la puerta fue: «Se ha infiltrado un monstruo en la ciudad, los aislaremos para controlar la situación, pero rogamos al cielo para que él no se encuentre entre ustedes».
Comienzo a sentir hambre y según vi, nadie trajo comida, solo una señora tenía un poco de agua, la cual ni siquiera fue capaz de tomar, yo mismo presencié cómo se escurría por el piso después de un forcejeo entre varios individuos.
Desde el rincón en el que estoy sentando, cubriéndome del monstruo, noto que todos se ven apetecibles. ¿Siempre he tenido así de largos los colmillos? Apostaría que mis premolares no tenían forma de sierra. Babeo mientras imagino que mastico un trozo de carne.
Se oyen gritos de socorro mientras avanzo.
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