Mi monstruo ha estado aquí

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Hay que entrar en esa paranoia hasta encontrar una solución lógica al temor. Hay que creer que el problema es nuestra mente y no lo que nos rodea.

Mientras un adulto bebe una copa en un bar a mitad de la noche, hay un niño llorando por bajar de la cama y ser arrastrado de los pies por el “monstruo bajo la cama”.

Así que, mientras un niño llora y un adulto bebe, estoy en el dilema entre la verdad, la mentira y la imaginación.

Cuando entro a la habitación y miro los ventanales, contemplo mi reflejo, admiro esa desdicha que se me pinta en el rostro con sólo pensar que debo dormir. La luz de la luna sobrevuela el techo y se cuela por cada rincón.

Duele que, al final del día, siempre deba regresar al desierto que oculta misterios en una inútil condecoración.

Resulta irónico pensar que nosotros somos nuestros propios monstruos y vivimos en la oscuridad de la negación aunque haya luz. Sin embargo, sigo resignándome a ignorar las advertencias que el tiempo perdido comienza a dejarme.

Cuando conoces a alguien, te da la impresión de que lleva una vida brillante y perfecta, pero a medida que te acercas a una intimidad profunda, vas encontrando ligeras sombras que cubren el camino hasta llegar a una completa oscuridad.

Esa oscuridad abarca a los monstruos que interrumpen ese sentido de paz mental que ya olvidamos desde niños.

Son los monstruos bajo la cama atrapando los sueños de un niño perdido. Son los monstruos dentro del clóset, encerrando entre cadenas al interior oculto que se mantiene a raíz del miedo. Son los monstruos dentro la mochila, que gritan por salir pero se ocultan bajo ese semblante de seriedad que nos hace pintar la sociedad.

¡Ah! Y no olvides el elefante del cuarto, el monstruo que todos temen, un tabú y una daga de doble filo, apenas lo menciones.

Pero esos monstruos somos nosotros.

Somos nosotros mismos evitando el subconsciente, evitando futuros, negando pasados, recordando amores y rompiendo corazones.

Es el sufrimiento al que nos sometemos hasta convertirlo en el elefante bajo la cama dentro del clóset del cuarto. Un honesto martirio.

Nos encontramos en ese desierto, preguntándonos por el fantasma que ha pasado de perturbar nuestras noches a ser una compañía cálida y silenciosa.

Quizá porque somos humanos.

Así que vuelvo a mi habitación, camino por la estancia, llego a la cama y observo ropa por el piso, la cama sin tender, y libros por todos lados.

Puedo ver que mi monstruo ha estado aquí.

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Comentarios (1)

Leyda Yael
Jose Luis Martínez Marcelino

No olvides los mounstros del pasado que no te sueltan si no decides soltarlos.

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