
Dijeron que los monstruos vivían debajo de las camas, dijeron que eran horribles; ahora sé que estaban equivocados. Tú eras diferente, con ese aspecto hermoso que para nada te acercaba a la descripción. Las historias dicen que la boca de los monstruos está llena dientes filosos, listos para comerte de un solo bocado; mentían, tu boca solo estaba llena de mentiras.
En realidad, nunca lo vi venir, creía ciegamente en lo que todas aquellas historias decían: los monstruos no existen, no son reales. ¡Qué equivocada estaba! No estaba dispuesta a reconocer que no era así, creía que tú no eras así.
Te transformaste en monstruo poco a poco, a la luz del día, en medio de sonrisas que de pronto no significaban nada; tu mano que sostenía la mía se convirtió en una garra sin previo aviso. Te deshiciste de tu disfraz lentamente, empezaste a dejar de lado las camisas bien planchadas y mostraste las escamas, lo tenías tan planeado que no lo vi venir.
Mis amigas me lo advirtieron, pero no quise creerlo porque me aferré a la idea de que los monstruos no eran reales. Que tonta fui, te di el beneficio de la duda. Todos notaban tus cambios, te fuiste transformando, pero yo no estaba dispuesta a creerlo.
Dejaste de usar palabras y aromas dulces para comenzar a usar veneno a diario. Pensé que era mi deber buscar la belleza en esa piel escamosa, en el veneno que salía de tu boca, en esa mirada helada, en esos colores antinaturales que me dabas.
Me di cuenta muy tarde de tu aspecto, tuve que alejarme algunos pasos para descubrir que tu voz no era grave y misteriosa como había querido creer, sino que más bien era el susurro de un gruñido amenazador; descubrí que tu sombra no estaba distorsionada por el ángulo del sol, solo no me gustaba reconocer que era alargada, demasiado oscura y mostraba tu verdadera forma.
Estuve a punto de caer en la oscuridad de la que habías salido, a nada de convertirme en una criatura monstruosa como lo eras tú, lo sentía en la sangre cuando alzaba la voz para que me escucharas. Lo entendí a tiempo; los monstruos no solo viven debajo de las camas, también viven dentro de casas bonitas y sonríen con cariño.
5