3:36 AM

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Otra vez.

Un suspiro encapsulado le desgarraba la garganta, descendía desde el cuarto de plumas rosáceas hasta la bóveda de jugos ocres, amarillentos, pardos. Se quedaba allí, estancado al igual que sus manos que no podían hacer más que temblar como si tuvieran prisa por llegar a algún lado.

Pequeñas hormiguitas caminantes por debajo de su piel, cientos de patas recorriendo las capas interiores, como si la extensión cutánea fuera solamente una bandera al marchar, presurosas, como sus manos que bailoteaban en espasmos involuntarios y repetitivos, bailando un vals que nadie les enseñó.

Su visión no abarcaba más que cuatro paredes y unas pequeñas bolas de fuego blanco que poco a poco aparecían intermitentes bajo la luz del interruptor. Y lo peor es que, en medio de esta incubación catastrófica, la tonta taquicardia no se detenía. No podía dejar de sentir que las fauces de los ojos le iban a explotar, que se le iba a desbordar por fin el corazón de toda el agua negra que tenía estancada. Sentía que, si cerraba los ojos, iba a dejar de respirar.

Porque así de fácil se iba la vida, así se terminaba todo. Cuando menos lo esperaba. Pero más cuando lo esperaba. Porque la gente como ella no es tonta y la gente que no es tonta ve venir las cosas.

¿Cómo no iba a darse cuenta de que ahora se le estaba yendo la vida de las manos?

Por eso no producían más calor. O tal vez por eso producían calor y su sien estaba tan caliente. Porque se le concentraban ahí la vida y la existencia que no cabían más en su pecho. Por eso las ardientes y pesadas gotas de sudor sobre el costado de sus cachetes.

Ahí está la turbulencia.

Pero aún en ese estado, la vida estaba en la cabeza. Con la cabeza la gente piensa. Y si pienso y luego existo, pensar era ser. ¿Entonces cómo era posible que ella solo pensara y nunca fuera? La indeterminación estaba en ella misma. En que su ser se desgastaba intentando averiguar cómo apagar esa industria rudimentaria que jamás descansaba.

Ni se callaba.

Y explotaba, y drenaba, y pudría todas las sobras de vida que algún día llegaron a emerger de su pecho una y otra vez.

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