Creo en los duendes. Esos pequeños seres que se encargan de hacer travesuras con mis cosas, aquellos que se roban mis calcetines y mi joyería, aquellos que disfrutan de esconderme la ropa y tirar mis pertenencias, aquellos que, cuando se los pido de buena manera, me regresan todo lo que se llevan, aunque no tardan mucho en volver a robárselas.
He aprendido a vivir con ellos, de cierto modo somos amigos, y es por eso que les propuse cambiar un poco el juego de las devoluciones, les dije que hiciéramos un intercambio, un trueque con mis pertenencias, les dije que, si me devolvían mi calcetín morado, a cambio yo les regalaría todas las lágrimas derramadas en mi almohada, les dije que, si me regresaban mi anillo verde, yo les daría los recuerdos que me atormentan antes de dormir, les dije que, si me decían dónde está mi suéter de botones dorados, yo les donaría las fotos que rompí a la mitad y que ya no me interesa tener, les dije que, si me ayudaban a recoger los pedazos de vidrio de mi vela frutal que “cayó” al suelo, yo les entregaría esos cachos de alma destrozada que guardo en una caja de zapatos dentro del armario.
Creo que es un intercambio justo, ellos no necesitan mis cosas y yo no necesito esos recordatorios de tristeza, al fin y al cabo, ellos son seres mágicos y le encontrarán una utilidad fantástica a ese sentimiento que se me presenta en manifestaciones físicas, además, ¿qué haría yo con esas cosas? Yo sólo quiero volver a sonreír y ser feliz. Quiero dejar de sentirme culpable, quiero que todo eso se vaya, mejor, quiero que todo eso se lo lleven, y que no se preocupen, que eso no lo pediré de vuelta, quiero que me deje de doler el alma rota, ya intenté de todo para repararla, intenté coser aquellos pedazos guardados en mi cajón, probé pegándolos con pegamento, con cinta adhesiva, con baba, con un chicle y nada funcionó; así que mejor decidí soltar; más bien, intercambiar aquello que no me deja estar en paz, aquello que no me deja sanar, aquello que una vez amé y ahora no me deja de lastimar.
Espero que después de cerrar el trato el alma se cure sola y me deje respirar sin dolor, espero no volver a pasar por esto, y espero aprender a querer el dolor como aprendí a querer a los duendes.
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Excelente!!!
Hermosa reflexión, para aliviar y descargar lo que no sirve, para vivir y disfrutar lo hermoso de la vida!!!
Gran texto.