El acompañante

pexels-laurentiu-robu-2375034-scaled-thegem-blog-default

Desde pequeña he convivido con él, a veces puedo soportarlo y por momentos diría que me cae bien. Algunas otras, ha estado conmigo cuando nadie más lo ha hecho y me ha servido de compañía, aunque sé que sus propósitos nunca son buenos. Se fue metiendo poco a poco dentro de mí, como una larva que decide habitar dentro del cerebro de su huésped para controlar su cuerpo, sus acciones y sus miedos. Él se ha apoderado de mí. Algunas veces creo que no soy yo… ¿por qué tomaría yo aquella decisión?, ¿por qué gritaría?, ¿por qué heriría a las personas que me quieren?, ¿sería él o sería yo no queriendo admitir mi responsabilidad?

Me susurra al oído, no me deja pensar, me repite una y otra vez todo lo que hago mal. Me muestra fragmentos aterradores y nostálgicos de mi infancia, de mi vida, de mis recuerdos deformados por el tiempo. Me mordisquea las heridas para reabrirlas, cicatrices que nunca parecen cerrar del todo. Se inmiscuye en mis pensamientos y en mis sueños, contaminándolos, inundándolos con su fetidez, con su avasalladora presencia que sabe a profunda ausencia. No me deja pensar, pero también me comparte ideas brillantes. Me hace creer. Me hace dudar. Me hace sentir acompañada. Me hace sentir sola. Me hace sentir amada. Me hace sentir odiada. No lo puedo ver, mas lo puedo escuchar, lo puedo sentir siempre cerca de mí.

Algunas veces me olvido de él. Hago mis actividades cotidianas de manera normal y me siento contenta, en paz, pero de cuando en cuando vuelve… Solo se esconde, me deja experimentar una libertad simulada, para regresar después y recordarme que no me puedo librar de él, que estamos unidos irremediablemente. Me dice que me ama, que no quiere hacerme daño… ya no le creo. Me ha lastimado demasiado. Me acaricia para luego clavarme sus garras en la carne, para desgarrarme las entrañas y desangrarme. Enseguida se arrepiente y me besa tiernamente los ojos, para que no vea, para que lo perdone, para que ignore lo que me ha hecho y hagamos como si nada pasara.

Hemos hecho las paces, sin embargo, sé que no durará. Afirma que me quiere ayudar: «Haz exactamente lo que te digo y todo saldrá bien». Y a pesar de que últimamente todo ha salido mal, no puedo dejar de obedecerlo. Sus palabras resuenan dentro de mi cabeza como el eco dentro de una cueva. Incluso ahora, mientras escribo, no puedo evitar preguntarme: ¿soy yo verdaderamente quien lo hace o es él pidiéndome que lo haga?

27

Dejar un comentario

X