Fantasmas de la melancolía

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Recostado en mi cama, a punto de conciliar el sueño, veo que entran por la ventana, aquellos fantasmas azules. Comienzan a caminar suavemente por las paredes hasta llegar al techo de mi habitación, los miro mientras ellos se recuestan en el techo como si fuera su propia cama; nos miramos. Los escucho respirar tranquilamente mientras duermen, sus movimientos son tan sutiles y suaves que solo podríamos compararlos con el movimiento calmado y hermoso de las olas del mar, su movimiento es idéntico al de la naturaleza, pero sin las normas de la misma. Son caudales de momentos los que brillan en sus ojos, como si pudieran recordar absolutamente todo lo que vivieron, los sonidos que tocaron, los aromas que vieron y las palabras que sintieron; seres hechos de palabras y de colores amargos. Pude ver la melancolía que sentían a causa de su incapacidad de sentir otra vez cualquier cosa. A pesar de ello, seguían durmiendo para recordar todo lo perdido, lo incambiable, lo pasado. Así viven los fantasmas de mi melancolía. Yo, por ahora, los miro desde mi cama dormidos en el techo, viéndolos añorar un sentimiento, pero incapaces de sentirlo, al mismo tiempo en que yo lo siento todo.

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