Microficciones en medio del miedo

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Denuncia litera

Debajo de mi cama vive un monstruo. Ahí se la pasa echado cómodamente todo el día. (No, esta no es una historia más de las que ya hay). Puedo jurarles que el monstruo es real, pero no es un monstruo feo, al contrario, es bonito, tan bonito como cruel. Hace veintidós años que está conmigo. Se mueve a dos patas y riega sus pelos por toda la casa. Su lengua anda suelta entre sus dientes con rieles y hace ruidos que aturden mis oídos: es impertinente, es grosero y cuando habla me transforma; incide muy fácil en mí: con astucia me convierte en un ser extraño. Irrumpe en mi cabeza con vehemencia: se queja todo el día; su voz es desesperante; dice cosas que desatan mi ira; se burla de mí; me hace llorar; cuestiona mis actos, me juzga e intriga en mi contra; me invade, organiza y ordena a su placer; impone, o se hace su voluntad o enmudece contra mí. Es un monstruo malo en verdad. Me provoca los sentimientos más sinceros de furia y violencia y yo no soy así, pero después de veintidós años juntos me siento impotente ante su presencia y lo peor es que no me concibo sin él. Confieso esto mientras subo a mi litera… solo espero no despertar a mi hermana que duerme abajo.

 

Pesadilla

Él despertó en su sueño. Miró y ella no estaba en su cama. Se asustó al contemplarse solo. 

Él se volvió a dormir y al despertar, en su sueño, la vio acostada en la orilla de la cama. Respiró aliviado. 

Se volvió a dormir y al despertar, nuevamente, en su sueño, la vio parada al filo del respaldo de la cama. Ella estaba de espaldas, lloraba sin consuelo. 

Él se espantó. Quiso hablarle, pero no le salían las palabras; el cuerpo se le hizo pesado y no podía moverse. Ella no dejaba de llorar. 

Él luchó contra su miedo y como pudo se levantó. Llegó hasta su lado para abrazarla. Ella no advirtió presencia alguna. Ella vivía sola… Él se volvió a dormir.

 

Bruja

La amiga de mamá es rara. Tiene actitudes extrañas. Cuando nos visita de día, me ve, me ve y saliva tanto que hasta se le cae la baba; se acerca a mí y una larga lengua negra acaricia sus labios como si de un antojo se tratara; me carga y me huele con desespero, me huele toda. Yo me siento incómoda, al parecer soy la única que se da cuenta. Pero de noche, la amiga de mamá es mucho más rara: es un pájaro que maúlla; entra a mi cuarto por la ventana, me besa las piernas, me muerde y me deja marcas moradas. Me duele, me asusta, pero… al parecer soy la única que se da cuenta.

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