Ataraxia

En universo excluido y desconocido
me invadió la quietud.
Se me olvidó el desamparo y el odio
pese a que mi vida es una espiral 

de ilusiones breves y tropiezos prolongados,

hoy tomé fuerza y suelto.
No necesito ser especial para ti, ni para nadie
no quiero que ellos, ni tú, traten de validarme.
Yo soy el testimonio del infierno, el propio y ajeno.

Solo deseo ser feliz y lo merezco.
Tan feliz como cuando mi madre vivía 

y tomábamos el café viendo hacia el mar. 
Tan alegre como cuando sentía hambre y frío 

y el eco de esa voz me abrazaba.
Deseo que mis días por venir huelan a leña en fogón, 

a tortillas a mano,
que mi corazón sea remendando 

como mi madre lo hacía con la ropa que sufría daño.
Que el espíritu sea alimentado y reparado.
Y que todos ellos, y tú, sean exiliados, muertos y olvidados,
que no exista luz perpetua para ustedes.
Merezco y puedo volver a aquel lugar 

donde sentía la ingravidez de flotar en vientre materno.

Ahí se me reveló la paz.
Sentirme segura de mí y de lo que soy.
Quiero volver ahí donde recogía fruta y corría descalza,

donde mi única preocupación era juntar leños 

para alimentar el fuego que nos arropaba por las noches.

Hoy es el día en que por fin acepto  

que no te quiero y quizá nunca te quise.

Hoy es el día en que por fin te digo hasta nunca, 

quédate con tus migajas de tiempo, que te van a hacer falta.
En mi corazón y mi mente hoy inició el Big Bang 

y tu ser no sobrevivió a él.