De la infancia a la vejez, de hadas a ogros

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Los niños son los seres más fantásticos que hay. Sus almas tienen en la primera infancia la forma de hadas buenas que brillan y vuelan, luego son como duendecillos traviesos, pero cuando la inocencia se agota, la luz palidece y sufren una metamorfosis. A veces, en algunos casos, surgen criaturas oscuras.

Yo alguna vez fui uno de aquellos seres maravillosos; cantaba y bailaba sin música, creía en mi imaginación, soñaba. Unos años después, me encantaba el tema de las brujas y los poderes mágicos, veía todas las series o películas al respecto. También recuerdo haber sido alguna vez una bella joven que atraía cual sirena, pero últimamente siento que algo cambió, mi espíritu ha envejecido algunos siglos y se ha transformado en un ogro irascible que se alimenta de frustración.

Aunque por el momento ocupemos el mismo cuerpo y sea fácil confundirlo conmigo, pues su voz suena como la mía y se vale de mi rostro para fruncir el ceño, sé que no soy este monstruo cotidiano. 

Quiero pensar que, al empezar una nueva etapa, pronto se irá este huésped malhumorado. Ojalá llegue el punto en que me sienta como una genio que puede conceder deseos y mi aliento vital renazca cual ave fénix. 

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