Mi querido pez

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Hace mucho tiempo había una joven rica de nombre Erika. Su familia estaba conformada por sus dos medios hermanos mayores, su padre y su madrastra. Su padre había tenido un amorío con la madre de sus medios hermanos antes de casarse con su mamá. Cuando era pequeña su madre murió y a su padre no le quedó más remedio que casarse con su primer amor. 

Eri no se llevaba bien con su madrastra, ya que ella le tenía resentimiento a Eri y a su madre porque se sentía como una segunda opción. 

La familia se mudó a una bahía. Eri le pidió a su padre una lanchita para conocer más el mar, y él dijo que sí.

Una noche, Eri se sintió triste por una discusión que tuvo con su madrastra y trató de distraerse entre sus libros. Entre ellos, encontró uno de sirenas. Empezó a leer hasta que se quedó dormida. 

A la mañana siguiente estaba decidida a encontrar una sirena: subió a su lanchita y empezó con su búsqueda. Así fueron varios días hasta que, en la bahía, junto a unas rocas, ya sin esperanzas, Eri se recostó mientras comía un pan. Colocó el pan danés a su lado y cuando quiso alcanzarlo ya no lo sintió. Se levantó para buscarlo. Al levantar la mirada vio una cara realmente rara, arriba tenía el cuerpo de un hombre, pero en vez de piernas tenía una cola de pez. Eri empezó a gritar, el sirenito se iba a marchar, pero ella lo tomó del brazo. Al tocarlo se dio cuenta de que estaba lleno de escamas. Le dijo: «No te vayas».

 Eri lo miró a los ojos, que eran hermosos y azules, y le preguntó: «¿cuál es tu nombre?»

—Ander, ¿y el tuyo? —respondió el sireno.

—Érika, pero puedes decirme Eri. ¿Qué haces aquí? 

—Te he estado observando y me pareciste muy interesante, en especial porque me gusta el pan y pensé que era un buen momento para acercame. 

 Ander, al ver su incomodidad, le dijo:

 —Perdón por haberte molestado, me voy. 

—¡No!, por favor, quédate.

Érika y Ander se hicieron buenos amigos. Ambos sentían hacia el otro una fascinación extraña, que después se convirtió en amor. El rey del mar, al enterarse que uno de su sobrinos estaba conviviendo con Érika y peor aún, que se estaba enamorando, envió una corriente marina para regresar a Ander. Cuando eso pasó, Ander no estaba solo, nadaba con Eri. Ella, al aferrarse a él, terminó siendo arrastrada por la corriente. Érika murió ahogada, pero con sus últimas fuerzas besó a Ander. 

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