Si no te quieres decepcionar, ¡no lo leas!

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Iba por la autopista conduciendo mi camioneta negra, recibía un poco de aire fresco a través de una pequeña abertura de la ventana. Tenía puesto mi cinturón de seguridad; recuerdo estar escuchando una canción de Fergie cuando de repente sentí un tremendo golpe que sacudió mi vehículo, lo único que hice fue cerrar los ojos, apretar el volante con mis manos y soltar el acelerador.

Cuando abrí los ojos mi vehículo estaba con las llantas hacia el cielo, y lo único que quería era salir porque sabía que, si permanecía ahí, vendría otro automóvil y éste definitivamente terminaría con mi vida. Salí y me percaté de que me había golpeado una camioneta de mudanzas; el conductor estaba inconsciente. «¡Está muerto!», fue lo único que se me vino a la cabeza, así que me acerqué y le hablé, luego le grité y por fin volvió en sí… «¡Qué alivio!», suspiré y agradecí a la vida. «¿Cómo estás?», pregunté al chico que aparentaba veintitantos, de tez morena, ojos grandes y muy alto. Me miró con los ojos entrecerrados y me dijo con un tono de voz muy bajo: «Bien». Salimos juntos de la carretera y de inmediato llegaron las autoridades…

Me es imposible nombrar las situaciones que prosiguieron, pues mi integridad y la del chico pasaron a segundo plano. La prioridad era encontrar culpables, determinar quién pagaría y, además, aprovecharse de mi ausencia para apropiarse de las cosas que había en mi vehículo. Me encontraba en desventaja, y aquí la desigualdad es algo de lo que la mayoría busca obtener un beneficio. 

Aquel día cambio mi vida, supe que mi misión era servir y buscar reducir las desigualdades, encontrar y luchar por la justicia. Años después me convertí en Ministerio Público y trato de no repetir mi historia en nadie más. 

Hoy busco prevenir accidentes. Soy consciente de que mi seguridad está en mis manos y no en las de otras personas. Por desgracia ese día no tuve la suerte de ser bien atendida, la pasé mal. Pero hoy que me encuentro del otro lado, sirviendo a la sociedad. Después de que un día para mí las cosas ya no tuvieron nombre, prefiero darle nombre y voz a la injusticia, a la inseguridad, para enaltecer la prevención y la paz en mi entorno, y a lo que sirvo: la ciudadanía.

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Comentarios (1)

Qué escrito tan conmovedor Samantha, me llena de orgullo saber que las cosas si se pueden cambiar, ojala no todos tengamos que pasar por una situación tan trágica para abrir los ojos y darnos cuenta de que tenemos que poner cada uno de nuestro granito de arena para que las cosas fluyan mejor en nuestra sociedad.

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