Para viajar al pasado

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Para viajar al pasado no hace falta comprar un boleto, caminar grandes distancias o una máquina del tiempo. No hace falta estudiar modelos matemáticos, o discutir enojado sobre el puente de Einstein-Rosen.

De hecho, es fácil si te quedas muy quieto. Cierra los ojos por unos segundos; el viaje viene con la rapidez y duración de un destello de luz, sin embargo, en ocasiones viene lento, aunque espontáneo. Sólo debes ver una película bizarra o recoger una foto que la torpeza tiró al piso. Tal vez leer Having a Coke With You de O´Hara, o Las cosas que no hacemos de Neuman.

Quemarte los labios con té, reír con desconocidos, ver llover a través de una ventana o, si es posible, subir a una estrella para recordar cómo superar el miedo a los aviones. Quizá oler el perfume de un suéter encontrado, escuchar a Rachmaninov, cantar Quisiera amarte menos; hablar con alguien, más bien no: besar a alguien, así sin miramientos, será sólo un instante. El tiempo es relativo, todo es un constante presente.

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Comentarios (1)

Eso me pasa todos los días cuando pienso en mis papás, es como regresar el tiempo y verlos de nuevo.

Por Raquel Cancelar la respuesta

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