Improvisación a ritmo. Construcción de canales de comunicación que se vierten en ingredientes amorfos en una articulación. Nacía lo privado en el disfrute íntimo, la ceguera comienza y hay una aparente audiencia en cada delirio del sentir. Escondido, pensando en el encierro inmediato, necesario. La forma del movimiento consagró la habilidad a pesar de su defectuosa virtud. Me fui y caminé sin regreso. Me coloco los auriculares, elijo una canción y me acuerdo de que prefiero las melodías que no entiendo. Vuelvo a la fusión de beats; son fuertes, se convierten en sonidos progresivos. Por instantes la atmósfera cambia, me remueve los pensamientos. Puedo moverme. La melodía alabada por el ritmo de la canción, sin sentido, ha cambiado mi percepción sin olvidar la vulnerabilidad sin restricciones. Sigo y continúo desde hace unos segundos, concluyo en una retorcida manía: por ahora necesito algo, elijo por proximidad un sorbo de agua, los detalles insignificantes estallan en un constante recordatorio que llena mis palabras en huecos de silencio. Vuelvo a contar el tiempo por segundos.
De nuevo aparece el público con las miradas que absorben y se sobreponen antes de que el pensamiento intente manifestarse. En desorden de aparición desperté, me advierto, son ideas aleatorias, lo último como lo más reciente que se ha pensado. Estímulos sobresalientes en un sonido que ahora se intenta formar. Así se forma un movimiento que solloza y dice que la prisa nos descubre y nos interrumpe a cada momento. Nacido del recuerdo olvidado, contará con sensibilidad para la demostración íntima. Veo la hora con desesperación, me conduce hacia otro escenario. Me escapo en cada retorno; mis músculos se contraen al cansancio; el ánimo era una causa constante que conduce a los ojos adormilados a que dejen de aguantar el tiempo en los párpados. Me encuentro frente al espejo no queriendo verme. Aparece una danza sin verbos que conduce a una existencia del drama que coincide en desaparecer.
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