En el colegio

a-book-4126481_1920-thegem-blog-default

En el colegio aprendí a quererte.

Nos conocimos de alma.

Hace tiempo que dejamos de habitarnos.

 

Sigues en mis memorias. 

Desapareces en los hechos.

 

Hemos tratado de vincularnos

con otros corazones:

volvemos al mismo lugar de siempre.

 

Esas mañanas cuando nos saludábamos

o esas tardes donde nos cuidábamos

para llegar a casa, 

se convirtieron en reliquias 

del tiempo, en fotografías 

de museos. 

 

Pasar los exámenes era nuestro 

martirio del día; 

los acordeones en el pupitre

nos salvaban. 

 

Las risas que alguna vez me enamoraron 

ahora son desiertos. 

 

Me encuentro contigo

en cada sueño.

 

La noche anterior me abrazabas,

esta noche te alejarás 

y no me dirás nada.

 

Es irónico:

la mayoría de las veces

me siento a escribirte

y salgo a caminar para pensarte.

 

Tengo la esperanza de que

haces lo mismo,

pero no me recuerdas:

me olvidaste.

 

Un poco de piedad para esta

persona que te extraña.

 

No hubo cariños,

nunca tuvimos el valor

de acercarnos:

solo miradas.

 

¿Qué es de una mirada

sin reciprocidad?

 

Me dijeron que los ojos

besan antes que la boca…

 

Te veía en los pasillos de

nuestros salones:

elegante, bien vestido 

y peinado:

joven de hogar.

 

No creo que en algún momento

me hayas puesto atención;

estaba en cada esquina de

tu corazón: lo escuchaba latir,

sonrojarse cuando estaba enamorado,

desgarrándose cuando te cortaban

en mil pedazos.

 

Una vez llegó a mí lleno de lágrimas:

me dijo que lamentaba haberme

despojado de ti:

 

«Era lo mejor para ambos», expresó.

 

Dos jóvenes estudiantes que experimentaban

la adolescencia, aún no comprendían

la riqueza de su alma, la belleza de la vida

y la armonía de la familia.

 

El amor era algo que ignoraban:

no había suficiente conocimiento

sobre él.

 

Dudo que los adultos también lo sepan.

 

Nuestros compañeros nos hacían

burla, con odio, con la amargura

de este mundo…

 

Resistimos,

peleamos,

ganamos una guerra.

¿Con qué fin?

Solo nos alejamos.

 

Niego mi voluntad de buscarte.

 

Cuando dos soledades se encuentran,

se ausentan.

 

Nuestro pasado se sostiene de las correspondencias

no escritas, del frío antártico, 

del mar furioso, y muy al fondo 

se iluminan con el arcoíris 

de nuestros besos no dados

y del apretón de manos jamás recibido. 

 

Hace tiempo que no sé de ti, 

y si me lo preguntan:

aún te guardo en mi baúl 

de los amores no correspondidos.

9

Dejar un comentario

X