Meditaciones sobre los buenos tiempos

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Los buenos tiempos viven en el alma y en el corazón; me agrada pensar que son pequeñas semillas que brotan y florecen cada vez que los recuerdos retornan a la mente. Recuerdos que mantienen sensaciones, aromas y rostros de personas amadas, personas que ya no están y que aun así forman parte del núcleo, aquellas que tienen un espacio guardado gracias a lo bueno que ofrecieron. Pero si la mente sigue divagando es capaz de olvidar o de engañarnos cruelmente; de hacer tolerable la presencia de aquello que nos afecta.

Por esa razón me parece tan curioso el efecto rosa generado en el cerebro después de una pérdida, de una separación. Ese efecto en donde lo que menos se quiere o necesita es pensar en ese alguien cuyo nombre cuesta pronunciar, y en el cual, justamente, solo giran los buenos tiempos compartidos. Buenos tiempos de sonrisas y palabras provenientes del corazón. Ese lapso es confuso, tentador, imaginativo y hasta peligroso. Pero si algo es seguro es que los buenos y malos tiempos van de la mano, ellos se sujetan fuertemente, tal como tú y yo lo hacíamos.

No todo puede ser rosa o negro porque en el mundo existen muchos colores y tonalidades. Hay que conservar los recuerdos como lo que son, los buenos para continuar disfrutando de la belleza del mundo y los malos para ser coherente con uno mismo y no volver a donde no se desea. Ojalá cada uno encuentre el equilibrio entre ambas cosas.

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