No hay tiempo que por bueno no pase

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4 de enero de 2022, Tlalnepantla, Estado de México, dentro de las oficinas desinfectadas del Centro de la Cultura y las Artes José Emilio Pacheco. Estamos en tiempos de crisis. A donde sea que voltee o escuche todo logra confirmarlo: los muertos se asoman en el periódico, el alza de precios me chinga cada semana y el clima nos amenaza como un karma violento, aunado a que la vida, de por sí, es compleja y absurda. Miedo y ansiedad anidan en mi mente como nunca. Por otro lado, dicen que los momentos así son buenos si se ven desde la perspectiva cíclica, pues lo que seguiría deben ser días dichosos.

9 de septiembre de 2021, Campeche, Campeche, dentro de un hotel poco iluminado del centro. Debido al agobio que puede producir la vida acelerada, la presión de siempre conseguir algo o de tener trabajo sin descanso, decidí huir unos días y venir de viaje al paradisiaco clima de la península. Al principio me costó trabajo encontrar paz ya que el calor y el brillo de los edificios me causaban dolor y ceguedad. Caminar entre las calles bajo un sol abrasador y cada callejón se me hacía más claustrofóbico que el anterior. Me sentía como von Aschenbach en Venecia, donde la humedad y la presencia del mar estancado me daban cierta característica enfermiza. De pronto oscureció y tanto el lugar como las sombras empezaron a seducirme. La gente y la bohemia locales me atrajeron a lugares que gocé. Después, avanzadas las horas, fui al malecón y, ya en trance, me vi guiado por el sonido del agua y la negrura de la noche. No podía dejar de ver lo que no se veía. El mar y yo nos fundíamos a cada segundo en aquella interminable soledad.

18 de noviembre de 2020, Colonia Narvarte, Ciudad de México, en el cuarto de un departamento compartido con otras cinco personas. No sé cuántos meses llevo encerrado en esta pocilga con mis roomies, quizá lo suficiente para enloquecer, calmarme y volver a enloquecer. Los días se hacen planos. Esto me llevó a reflexionar: ¿cómo encontrar buenos tiempos?, ¿existen o sólo son interpretaciones?, ¿cómo medirlos?, ¿pueden ser un instante o deben durar años?, ¿son una elección? En mi cautiverio advertí que los buenos tiempos están en todas partes, que tienen una omnipresencia. Uno los puede encontrar en casa, en la música, en los sueños, en soledad, en compañía, en el parque, etc. Los buenos tiempos están allí, como estrellas que se consumen a cada instante en ese abismal presente y a veces podemos ver su rastro iluminado en alguno que otro recuerdo.

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