Soltar

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El olvido tocó mi puerta y no quise abrirle. Sabía que venía para llevarte y yo todavía no estaba lista. 

—Es mi sexta visita, ¿no me dejarás entrar? –dijo con su voz distorsionada, una voz apenas audible.

—Aún no.

Me senté en medio de la sala para esperar su partida; normalmente intercambiaba tres o cuatro frases conmigo y después me dejaba sola, se iba rendido porque cada vez que venía a buscarte solamente me encontraba a mí. 

—¿Te das cuenta de que te estás olvidando a ti misma por recordarlo a él?

No respondí. Me avergonzaba aceptar que yo quería retenerte a pesar de saber el daño que me estaba causando.

  —¿Esperas que vuelva? 

—No, pero no sé cómo soltarlo. 

—Solo déjame entrar.

—Aún no. 

Pensé en guardar tu recuerdo en el cajón de la alacena o debajo de un mueble, mientras él te buscaba yo podría convencerlo de dejarte conmigo. Pero ¿qué sentido tendría si en realidad no eres tú? Y aunque lo fueras, si tú no quisiste quedarte, lo correcto sería dejarte ir. 

Miré la sombra de sus pies moverse de un lado a otro y me di cuenta de que estaba a punto de marcharse, así que abrí la puerta. 

El olvido era una silueta negra de casi dos metros, no tenía rostro, pero sabía que podía verme y supuse que estaba sorprendido. Saqué tu recuerdo de mi chaqueta y se lo ofrecí; lo tomó con sus manos de sombra y lo observó contento.

—Qué pequeño es, no se compara con todo lo que te falta por vivir.

Iba a decir algo, pero él me abrazó tan fuerte que yo logré sumergirme en su interior. Abrí los ojos y vi pasar nuestra vida juntos en pequeños fragmentos que se separaban y se unían de manera constante: un espectáculo de fuegos artificiales. Me encontré con muchos tú, y uno de ellos pareció mirarme.

—Gracias —dije y él sonrió; le correspondí, aunque en realidad su sonrisa se dirigía a una yo del pasado—. Gracias a ti también —le dije a ella justo antes de que se desvaneciera.

El olvido me soltó y me mostró tu recuerdo hecho pedazos. 

—Puedes reconstruirlo una y otra vez y vivir en él para siempre o puedes dejarlo ir, vivir con lo que tienes ahora y crear nuevos recuerdos —dijo y luego se marchó. 

Yo me quedé con todas las partes, pero ya no quise unirlas; tu recuerdo disperso dejaría entrar nuevas experiencias que se romperían para perderse y perderte a ti. Tarde o temprano el olvido regresaría, pero ya no tocaría la puerta.

Me pregunté si en esta visita él ya se había llevado algo sin decírmelo; en lugar de buscar la respuesta, tomé mi bolso y salí de casa.

Era momento de avanzar.

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