Un piano de recuerdos

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Con un gracioso suéter de lana y pantalones de mezclilla, me sentaba a un lado de mi madre mientras ella, con sus finas manos, tocaba una dulce melodía en el piano. Me gustaba pasar el tiempo escuchándola tocar, me transmitía calma, era como estar en aquellos castillos encantados que describían los cuentos que ella solía leerme por las noches. 

Todos los días mi madre hacía un espacio en su ajetreada rutina para darme lecciones de piano. No me costó demasiado trabajo aprender. Con el paso del tiempo y a medida que crecía, las dos nos hicimos compañeras de melodías; las creábamos, jugábamos con las notas y siempre en cada una de ellas iban entrelazados nuestros sentimientos. Sin duda fueron de los mejores momentos que pasé. Sentía que flotaba entre las nubes cuando mis dedos se deslizaban con suavidad por las teclas, era como estar en un hermoso sueño del que no quieres despertar y mi madre no solo entendía lo que sentía, también lo experimentaba. Allí estábamos, dos seres que disfrutaban tanto de la música como de la compañía del otro, pero un día ella enfermó y poco a poco fue silenciándose su música, hasta que un día dejó de escucharse. 

Me despedí de ella una tarde lluviosa de julio en aquel horrible hospital. Llegué a casa e hice que bajaran el piano al sótano junto con sus pertenencias. Le cerré la puerta a la música y no la volví a abrir, hasta una mañana en la que bajé al sótano a recoger unos papeles y me percaté del piano; instintivamente retiré la sabana que lo cubría. Presioné una tecla y luego otra, sin darme cuenta comencé a tocar la melodía que tanto le gustaba a mi mamá, al hacerlo cerré lo ojos y pude sentir su presencia conmigo, estaba sentada a mi lado. Continué tocando mientras su recuerdo se intensificaba, podía percibir su aroma y su cálido tacto en mi hombro.                                      Una sonrisa se dibujó en mi rostro acompañada de una lágrima que rodaba por mi mejilla; de pronto lo comprendí todo. Aunque ella se había ido de este mundo, aún seguía conmigo; me acompañaba en el sonido y en el compás de la música.   Cuando la extrañaba podía encontrarla en las partituras, en las melodías que creamos, pero sobre todo en mi memoria, pues lo buenos tiempos que pasamos siempre permanecerán en la calidez del corazón. 

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