
Cuánto tiempo ha pasado desde la última carcajada, los abrazos del abuelo y el aroma a magnolia en casa de la abuela.
Cuánto tiempo ha pasado y cuánto nos ha tomado dejar de ser niños para aprender a perdonarnos y sanar las dolencias que nos arrastran hacia un destino incierto.
Cuánto tiempo pasa y cuánto más pasará para por fin saborear los buenos tiempos que tanto anhelamos.
Ha sido tanta la soledad en nuestro presente que se busca orar a una virgen, cuyo nombre bautiza al estado, para esconder la vergüenza de su pena.
Cuándo será el día en que el tiempo se muestre bondadoso y nos permita ver la empatía del transeúnte, el reconocimiento al esfuerzo del trabajo diario o los triunfos alcanzados.
Cuándo será que el tiempo nos permita respirar aire puro, donde la naturaleza florece y prevalece en un entorno de respeto y admiración, velando por el sosiego de los desamparados.
Tiempo se necesita para abrazar los miedos.
Tiempo sobra para soltar el daño.
Seamos tiempo.
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