Diluvio

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Terminada la primera clase del día, recogió sus cosas y abandonó el recinto. Atravesó el jardín en dirección al aula en donde cierto joven aún tomaba su clase. Sin embargo, antes de llegar al pasillo, ella prefirió dar media vuelta y esperar afuera. 

Una vez que se hubieran reunido irían a almorzar juntos, él se quejaría de lo aburrido de la clase o de sus infantiles compañeros. Después la abrazaría por la cintura y besaría sus mejillas mientras ella termina el almuerzo que el joven le preparó.

Se detuvo en medio del camino que atravesaba el jardín para esperarlo. 

Sin embargo, antes de que pudieran reunirse, sintió cómo todo giraba a su alrededor. Se llevó una mano al pecho, aterrada, al sentir cómo el aire escapaba de sus pulmones y con la terrible sensación de una mano invisible oprimiendo su garganta. Sus piernas se doblaron y cayó de rodillas al suelo luchando con desesperación. Sabía que pronto vendría a su encuentro, pero nada podía hacer contra el sopor que se apoderaba de ella. Levantó la vista hacia el cielo que poco a poco comenzaba a clarear. Después de eso sus párpados se cerraron. 

Él apareció un par de minutos después. En su inconsciencia, logró captar la voz del joven arrodillado junto a ella, llamándola repetidas veces por su nombre.

Pudo distinguir en su voz la angustia. Luego escuchó murmullos de voces que no reconoció.

Él, decidido, tomó a la joven en sus brazos. Su cuerpo era liviano. Atravesó el jardín cargándola y cruzó el estacionamiento de la facultad tan rápido como pudo. El centro médico no se encontraba muy lejos de allí, pero debía darse prisa. Nuevamente la llamó. Con terror notó que la respiración de la joven se había vuelto pesada.  

Había comenzado a caer un diluvio. Pronto el camino se inundó. El nivel del agua estancada ya le llegaba hasta los tobillos, al mismo tiempo la vida de la chica se le escapaba. No sabía qué hacer.  

Mientras tanto ella, acurrucada en sus brazos, tenía miedo de despertar y que todo hubiera sido un sueño.

Él avanzó unos cuantos pasos más y después se detuvo. La lluvia caía con tal intensidad que pronto la avenida que lo separaba del centro médico se convirtió en un verdadero torrente de agua. No había forma de llegar al otro lado. Suspiró con pesadez y contempló el rostro de la joven. Su mirada se perdió a lo lejos mientras el agua empapaba a los dos jóvenes inmóviles en medio de la tormenta. 

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