En la posmodernidad todo es apariencia sin profundidad.
Se “escribe” tocando una pantalla plana o, incluso, dejamos que el reconocimiento de voz haga el trabajo por nosotros. Se mandan mensajes breves o alguna imagen caricaturesca.
La mayoría de las veces nos damos cuenta de que el amor fue despojado de los sentimientos que lo arropaban y quedó desnudo, sólo es piel.
Sin embargo, en ocasiones, podemos encontrar a una persona que hace vibrar la vida en nosotros; alguien que tiene la valentía de abrir su corazón y darnos todo de sí; alguien con quien compartir los mismos sueños. Entonces, claro, escribimos cartas, dedicamos canciones y hacemos una historia de amor.
El problema es que el Destino no tiene el estilo de los cuentos de hadas y no hace que los personajes terminemos juntos y felices por siempre.
Tal vez por apatía o por pereza, por no tratar lo suficiente o por intentarlo demasiado, por miedo o porque estalló una pandemia, pero, de pronto, fue necesario el confinamiento y el amor a distancia se apaga.
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