Estrellas fugaces

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Thie no era una persona a la que valoraran en el trabajo, era un conserje más en el viejo Hotel Palace, alguien más que pasaba desapercibido por huéspedes y trabajadores del lugar. En los veinte años que llevaba trabajando nunca había escuchado a su jefe darle las gracias. Si los clientes eran groseros o si sus compañeros seguían sin poderse aprender su nombre, le daba igual. Nada de eso importaba porque él tenía la suerte de ser el espectador de un show único en el mundo. Una noche, y solamente una noche al año, las estrellas bajaban para apoderarse del escenario y brindarle a Thie la mejor experiencia de su vida.

Lo descubrió cuando hacía la habitual limpieza nocturna. Los huéspedes ya se habían dormido y estaba seguro de que sus compañeros habían hecho lo mismo en el cuarto de empleados. Sin embargo, aunque parecía ser el único despierto en el hotel, había una incesante música haciendo eco en el lugar. En cualquier otro momento se habría quejado, pero eran exactamente las mismas canciones que solía poner cuando era joven. Disfrutó limpiar los enormes vitrales de la recepción mientras Jimmy Hendrix hacía llorar su guitarra; pulió feliz el piso con Jim Morrison cantando de fondo, recordando aquellos conciertos bajo el sol del 68’. Cuando menos lo notó, ya era demasiado tarde. Como no tenía ganas de lidiar con clientes molestos, siguió la música pasillo por pasillo hasta llegar a la entrada del viejo teatro del hotel, cuyas puertas se encontraban abiertas de par en par… 

Thie entró con paso firme, decidido a parar la música, pero se quedó helado en su lugar al ver a las personas que estaban ahí. Frente a él se encontraban todas las estrellas de su infancia: Joplin, Hendrix, Morrison, incluso podía ver a Kurt Cobain afinando su guitarra en una pequeña orilla del escenario. Ahí estaban todos, cada uno de los famosos con los que había crecido, el club entero de los 27 llenaba el lugar. Lo recibieron con los brazos abiertos. Después de años sin shows, tocar para una sola persona se sentía como un concierto y lejos de estar asustado, Thie disfrutaba sentirse joven de nuevo, reviviendo los buenos tiempos que pasó cuando la vida parecía demasiado fácil de vivir.

Por eso es que todos se reunían, por eso es que Thie nunca faltaba a la fantasmal reunión, porque se abría un espacio en el tiempo donde recordar les permitía vivir.

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