La guerrera del sueño

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No todos lo recordarán, pero hubo un tiempo en el que por un remolino sobre su cabello se deslizaba un oso sin prisa. A través de sus brazos adornados de la tela más fina se estrechaban hilos inmutables. El verbo del despertar más profundo se extendía como una alegoría a su figura. Sólo la luz más brillante pudo engendrarla. Ella se paseaba por las velas sobre nuestras cabezas. Su piel era luz y quimera. Vivía entre anchos velos y entre telas se mecía hasta el anochecer, su hora preferida. 

¿Era acaso un cometa dormilón? 

Era la guerrera del sueño, nacida de una diosa durante un pensamiento. Arropada con oro y seda, rellena de granos de arena. Su cabello blanco se extendía hasta los rincones del mundo. 

En el onirismo de un desvelo siempre han aparecido sombras que asustan hasta al más fiero. El miedo es una idea además de un sentimiento. De repente, cuando sentías que todo se abstraía, se encogía, se oscurecía; cuando las sombras se levantaban y te decían por dónde ir, dentro de un espacio de seis caras, seis rumbos, que le dan sentido a la nada: ella aparecía. En esos viejos tiempos era llamada por las almas añorantes y caía en sus cabezas, los defendía. Les permitía creer, levantar el rostro hacia las estrellas, como los primeros hombres de las cavernas una vez lo hicieron, como los babilonios la imaginaron, como los romanos creyeron en ella, como los caballeros se exaltaron por su visita. ¿Cuáles eran los sueños de la humanidad? ¿Qué era lo que todas esas personas que miraron la bóveda celeste con sus pies plantados en la misma tierra añoraron y qué fue lo que temieron?

Sin importar cuál era la pesadilla que los atormentaba, ella estaba allí para todos, sus dorados lazos los sostuvieron y su lanza hizo que se elevaran. Todo se volvía dulce como el abrazo de mamá o colorido como la mañana de tu cumpleaños. Su piel de guerrera enjugaba las lágrimas y las convertía en fuentes cristalinas de deseos. Cualquier camino que recorrieras no era tan desolador, pues ella estaba allí y Teddy, su fiel compañero, con piel de tela y relleno de felpa, con corazón de acero y ojos de botones, se alzaba valiente a su lado con su espada de madera en mano.

“Mantén tus ojos en el cielo”, decía sonriendo, porque representaba la esperanza que todos posaban en el futuro. 

¿Pero qué pasó con los tiempos de la diosa de los sueños y la esperanza? ¿También a ella la hemos matado? ¿Qué pasó con Teddy? ¿Qué pasó con el futuro?

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