Metodología de los abrazos 2

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Todo comenzó con un poema: Metodología de los abrazos.

Sin pedirlo, tus brazos comenzaron a rozar mis hombros y mis manos tu espalda. Los latidos se sincronizaron al son del amor, poco a poco calmaron el alma. La cercanía de nuestros cuerpos aceleró mi corazón, acabando con toda lógica sentimental. Dulces abrazos de un fervor juvenil, erótico y pasional.

Lo escribí un lluvioso lunes de febrero en una hoja de cuaderno. Tiempo después intenté rehacerlo, pero sólo llené de apuntes las páginas. Abren con la descripción básica de un abrazo: “Una muestra de amor, de afecto. Un saludo o despedida. Un gesto”.

Ese acto de rodear el cuerpo de una persona con ambos brazos, apretarlo con determinada fuerza y cierto tiempo, se puede convertir en un momento determinante para ambos. Durante mi relación con ella noté algunas diferencias entre sus abrazos, así que me dediqué a clasificar algunos:

  • Abrazos de molestia: Suelen ser nulos. De concretarse, resultan “rápidos”.
  • Abrazos borrachos: Se sienten más amenos, duran mucho más que los normales y son tambaleantes. 
  • Abrazos de fogata: Denotan intimidad, sinceridad y cariño. Derrochan filosofía (y en ocasiones hasta lágrimas).  
  • Abrazos pasionales: Derrochan confianza, intimidad y son parte clave del deleite sexual. 
  • Los más bonitos de todo el condado: Son diferentes físicamente para cada uno de nosotros, pero en esencia representan y confirman la existencia de un vínculo emocional muy grande hacia alguna persona. 
  • Abrazos de frío: No mames, no siento las manos, abrázame.  
  • Apapachos: Del náhuatl “Acariciar con el alma”. Si pudiera reducirse a una palabra: Amor
  • Abrazos de despedida: Todos dicen “adiós” y se llevan consigo una pequeña parte de nosotros (a veces tienen lágrimas).  
  • Abrazo de cumpleaños: Un año más, una vuelta más al sol amerita celebrar la vida de esa persona. 
  • Abrazos de tristeza: Cuando tu alma y tus emociones están en los niveles más bajos de energía y solo puedes limitarte a llorar. 

La belleza literaria de una carta, un poema o un verso, a mi parecer, se ven limitadas ante el poderoso encanto de un abrazo, una acción vale más que mil palabras. Tampoco lo dije, pero cuando se fue nos dimos un último abrazo. Una combinación extraña entre un abrazo de tristeza y uno de despedida. Ese gesto se llevó todas mis cartas, mis poemas, mis apuntes, mis lágrimas, mis risas, nuestras aventuras, nuestros problemas y nuestro amor. 

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