Esta es mi primera carta de amor para vos. Es la primera, aunque entre nosotros ya hubo algo muy parecido a una despedida.
Ya han pasado varios días. No sé cuántos porque el tiempo flota lejos de mí (quizá huyendo de mi tristeza). Vigilo constantemente los pasos del reloj y del calendario, con la esperanza de reconocer en ellos un fallo. Esa sería la señal irrefutable de que estoy sumergida en un mal sueño.
Vos me recibiste con todo el amor del mundo; yo desde siempre he sido un recipiente agujereado. Con ese cuento que siempre le echan a los hombres aprendiste a ser un padre/silencio; el amor existente, pero sólo por dentro. Yo siempre tuve la necesidad de escucharlo. Me lo dijiste días antes de que la muerte borrara tu cuerpo y tu voz de esta casa, del futuro que siempre te incluía. Tu sonrisa ya sólo queda en fotografías de las que huyo. Tus palabras aún hacen eco, pero con una voz que no puedo recordar.
No sé qué es más complicado para mí como humana, si reconocer el amor o reconocer la muerte. Nunca he tenido ojos para ninguna de las dos. Quizá porque se han vuelto albergue de lágrimas que se me están abarrotando porque me da miedo dejar ir. Eso sería llorar por vos, eso sería iniciar un ritual de despedida verdadera.
—Para mi papá (Julián Sinta Mejía)
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