
Poema con distancia
Sólo pido unas imágenes; donde las líneas de tu rostro batan el silencio del día como una golondrina hambrienta, y tus labios las regresen con un golpe suave a su hangar; donde tu frenesí no conozca de trincheras y se entregue dormido al complejo sistema del universo.
La fortuna, entonces, sería la de tu almohada que cedería su territorio porque cayera del cielo tu victoria desnuda. Ahora imagina si fuese mi piel el lugar donde se deshojara ese sánscrito: el heroísmo y el oropel estarían comprometidos para siempre.
Sólo pido unas imágenes, que petrifiquen el escaparate y aviven la dicha con los tirantes sueltos de tu músculo cardiaco, porque el sabio reconoce que refugiándote en los bosques consigues la verdad última, y si el escritor aprendió la humildad en un árbol, ¿qué no podré aprehender yo del aura que desprende ese sortilegio?
Eso quiere que revele la imagen de tu pecho apenas abierto por los botones de tu blusa: no para divisar el fin, sino la ventura, y extraviar mi boca en los frescos frutos del alcázar. Pido que tu pecho aparezca poblado de lunas rojas y que ofrezca esa línea, o acaso la bifurcación fronteriza que separa la razón del poema.
Sólo pido unas imágenes, que agracien la ginebra del Ágora; unas imágenes en donde insinúes mi derrota.
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