Presente del presente

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¿Cuándo fueron, son o serán los buenos tiempos? ¡Honestamente, cuando me lo preguntan no lo sé, pero si no me lo preguntan sí lo sé! ¿Entonces cuándo son los buenos tiempos?

A veces considero que los buenos tiempos fueron cuando estuve a tu lado, cuando tocabas mi mejilla o escuchaba contigo esa espantosa música que sólo  toleraba porque a ti te hacía feliz. Quizá fueron esos lapsos en los que no sentí dolor ni apetito, en que estaba calmo y era, quizá, que el placer catastemático había llegado a mí.

Cuando interrogo a los demás en torno a los buenos tiempos, siempre dicen que ya fueron y que nunca regresarán. Unos comentan que fue su infancia, o cuando estaban con tal o cual persona, o cuando realizaban algo distinto a lo de ahora. Todos parecen aferrarse a un pasado onírico e eidético del ayer.

Cuando me increpo en torno a los buenos tiempos, igual que ellos, también tengo fe en que fue lo que ya pasó; me aferro a aquellas vivencias que sucedieron y que dejaron de ser; aquellas donde sonreí, amé, besé, vine a ser, pero dejé de ser. ¿Es eso los buenos tiempos?

Pero –un momento-, ¿qué hay del presente y del futuro? ¿Acaso no San Agustín tiene razón al hablar del tiempo de Dios? Él considerará que el tiempo conforme al Hacedor, no es nada. Él vive eternidades en lo que nosotros vivimos micras de segundos. Para aquél, lo que fue, ya no es, y no volverá a ser porque ya dejó de ser. Lo que aún no es, no puede ser porque aún no se constituye en la existencia. Sin embargo, lo que está siendo –ahora- no puede asirse más que en la memoria, ¿por qué?, por el simple hecho de que está siendo para dejar de ser y es, haciéndose un futuro-presente-pasado.

Es decir, el tiempo jamás es algo que se pueda medir, siempre está siendo y dejando de ser, y nos lleva a cuento y a paseo entre su existencia. En la memoria quizá se alojen los bueno tiempos y serán pasado. En el anhelo se configurarán los buenos tiempos y serán pasado. Pero sin remedio alguno, en la acción son, serán y fueron los buenos tiempos.

En el presente del futuro, en el presente el pasado y en el presente imperfecto nos queda decir, increpar, reconocer, asir, espetar y asumir que hoy, ahora, justo en este instante somos para dejar de ser y estamos siendo en la existencia pura posibilidad, y que sí, en el acto injusto e incorrecto de las decisiones punzantes del caos, somos y hacemos: los buenos tiempos.

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