Querido tú

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Escribo esto en línea porque nos gustan las cartas, pero no nos gusta el servicio postal.

¿Recuerdas que querías una señal que nos indicara que todo esto iba a funcionar? Creo que la he encontrado. Para mí, la señal llegó la otra noche cuando estábamos en la habitación, con la ventana abierta, prácticamente a la luz de la luna, en medio del silencio, piel contra piel.

Nos quedamos dormidos, abrazados casi por accidente. Nos convertimos en una maraña de extremidades, mis piernas enredadas con las tuyas, mis brazos atrapados por los tuyos. El silencio reinó en la habitación y por un rato solo fuimos tú y yo. Me sentí completa, te sentí completo. 

En algún momento, un mal sueño me atrapó, pero pasaste tu mano por mi espalda con cariño en un movimiento rítmico hasta que entré en un sueño profundo. Recuerdo que, al final, me abrazaste fuerte, besaste mi frente un par de veces y susurraste: todo está bien

Giramos, nos reacomodamos en ese desorden de cuerpos y sábanas, te atrapé entre mis brazos y escondiste tu nariz en mi cuello, tu respiración se acompasó con la mía, fuimos una misma respiración, fuimos un mismo ser.

Cuando despertamos, esperamos a que la cama se cansara de nosotros para poder levantarnos e improvisamos el desayuno con lo poco que teníamos disponible en una cocina que no terminaba de ser nuestra. 

Me preparaste un café, con la mezcla perfecta de canela y azúcar, me besaste dejándome una sonrisa y lanzaste un te amo sincero… 

Esa fue mi señal, justo esa confesión lanzada al aire luego de una noche de dormir abrazados que hizo la diferencia marcando un antes, donde no había nada, y un después, donde solo estas tú.

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