Tiempo, tempo, ritmo, hoy

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Definir el tiempo con adjetivos es una acción injusta; más cuando entra a juego el factor de la añoranza que cita al pasado o el de la esperanza que invoca al futuro. ¿Por qué nos cuesta tanto pescar el buen tiempo en el presente, si todas nuestras memorias son una conjunción de éste? Una muestra de cómo es más fácil observar lo lejano que lo inmediato. Tal vez, estamos condenados a necesitar la ayuda de nuestra madre para encontrarlo a manera de objeto perdido, valiéndonos del poder que ellas tienen para aparecerlo todo. 

Un buen tiempo es algo lleno de abstracciones; incluso se puede reducir a un número de grados en el estado meteorológico. Pero me basta con acortar el concepto y llevarlo a la palabra Tempo en italiano. En español se puede entender como ritmo, que aunque parezca una cuestión musical se manifiesta en todo. Los semáforos son una prueba clara, de ellos dependen el movimiento de los peatones, de los automóviles y de las ciudades. Marcan con sus colores los tempos para cruzar una calle y nos hacen reaccionar según el humor o la prisa del instante; aquel del que muchas veces queremos huir. 

La ansiedad es parte de mi fórmula cotidiana y me ha hecho una persona que busca la llave de escape en las hipótesis lejanas del ahora. Por eso, decidí tatuarme en el brazo la palabra Aujourd’hui. En español significa: hoy. Así, de alguna forma esa tinta negra cambia de color en mi cabeza y sirve como semáforo para indicarme que debo disfrutar la pausa que conlleva la señal roja y permitirme observar el nuevo color de la fachada por la que paso todos los días, o una luz verde que me pone en acción, marcando mi tempo para opinar en una mesa llena de desconocidos. Es mi forma de sumar momentos a los recuerdos que convertirán el presente extenso en buen tiempo. El antídoto perfecto cuando entra a mi cabeza la añoranza y la necesidad de invocar al futuro. 

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