
Desde la entrada a tu corazón se siente el calor de tu presencia; tus olores únicos; no hueles a mar pero tampoco al desentendimiento de una ciudad fría y monótona.
Adoro tus colores. Tus estados de ánimo son siempre verdes, preciosos; en ocasiones hay cafés que saben a chocolate, amarillos de pura alegría, azules profundos que delatan tu inteligencia, grises cálidos que en cada tono contienen historia.
Cómo quisiera mojarme en tus aguas frescas y sentir tu calor abrasador; húmedo, pero delicioso. Quisiera hundirme en tus tierras salvajes, volubles, calientes, olorosas.
Sólo tú me haces sentir un paroxismo bárbaro. Solo te pienso incalmablemente, veo mis fotos sobre tus tierras y deseo estar sobre tu esencia.
Te llevo en mí, un día volveré a ti, mi querido Tlacotalpan.
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