Carta de amor

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Al despertar, Ramiro tomó la decisión de ir a comer lejos de casa para romper la rutina. Encendió su carro e inició el viaje. Al tomar la carretera, una lluvia torrencial retrasó el recorrido. Ramiro se sentía sumamente nervioso y, cuando eso pasa, habla mucho. Decidió ir a un viejo local, ubicado en un bosque lleno de cerezos. 

Llegó a su destino, bajó del auto y caminó cien metros para llegar a aquella cabaña cerca del lago. Suspiró al momento de entrar, esa cafetería le trajo una bocanada de recuerdos. Escogió una mesa cerca de la ventana y ordenó dos cafés. Ana, una muchacha de ojos rasgados, piel morena, sonrisa pequeña, le haría compañía.

“Decidí citarte aquí, porque necesito hablar de mis sentimientos, pero sólo deseo que me escuches”. Ana asintió con la cabeza. Agarró su mano y procedió a leer una carta para ella:

Querida Ana, desde el primer minuto que pasamos juntos en esta cafetería supe que eras el amor de mi vida, ese carisma me cautivó al instante. Pero hoy, y después de meses de luto, me desprendo de toda culpa acerca de tu partida. Te prometo no derramar una lágrima más y dejarte descansar, no dudes ni un instante lo mucho que te amo.

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