
¿De qué sirven en el presente las cartas de amor? Ahora que puedo dejar por manifiesto los huracanes que se agolpan en mis dedos. Ya no dependemos del correo y las esperas interminables. Hoy sabemos cuándo nos desdeñan y cuándo han visto lo que escondemos dentro. De qué sirve el cartero hoy que los circuitos y las nubes le han remplazado; ahora que el amor es instantáneo, que se acaba al día siguiente, consumido en una hora de deseo. Nuestra impaciencia por tener todo al momento, pero no frente nuestro, sino diluido en un mundo de algoritmos luminosos. No esperamos que la suerte plante al ser amado en un paseo; basta con buscar su efigie colgada en la pared del insondable muro de cuerpos digitales que buscan ser gustados. Pero la carta sigue importando. Con la mente infestada de una presencia, damos vueltas a palabras que expongan el fenómeno de su imagen y su avance en nuestro cerebro. Pensarte cada segundo consciente y soñarte en la inconsciencia. Manifestarte en las esquinas del cuarto, en los asientos contiguos sin ocupantes. Traerte a lo cercano desde tu refugio en el subconsciente, tu trinchera en el yo. Surge la necesidad imperiosa de poner por escrito, ya sea en esta nada digital o en la palpable materia de árboles muertos, la forma en que cobró relevancia. Un fenómeno de aparición. Ausencia que nos enferma, que convierte su presencia etérea en un virus que se extiende en el tránsito de venas y ramas de la mente. Ser que brota entre las letras que nadan desordenadas en busca de papel. Se arremolinan en el más complejo enredo vocal, laberinto de raíces empotradas al tuétano de la razón. Frases que no terminan de nacer. Tantas y tantas locuciones de amor que se hacen traslúcidas al ver la cara de una temblorosa caligrafía. En la elección de peones, el titubeo verbal. Poemas que desfallecen en zonas comunes, endulzantes de almas sordas. Palabras que se gastan con el uso indiscriminado. La manera en que resolvemos el acertijo que es ver otra cara de la vida en tu cara. Todo lo poético condensado. El significado y la razón de ser un ser. Todo lo que cobra sentido por un evasivo milisegundo. Absolutamente toda letra inventada. Un millón de definiciones incoherentes que no son otra cosa sino aquello que bautizamos amor. Eso es la carta. Los delirios de un loco enamorado. El lenguaje de un mudo malestar.
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