La despedida

a-candle-gc5820dd28_1920-thegem-blog-default

 

Al hablar de amor, específicamente de cartas de amor, uno se imagina cartas escritas entre una pareja, o al menos de un pretendiente hacia la chica que busca cortejar; lo comprendo porque he estado en ese papel de amante. Pero, hoy me doy cuenta de que la carta de mayor amor y dolor por igual que habría de escribir iría dedicada a mi hermana, una carta imposible de entregar, de la que ella nunca se enterará, de la cual jamás tendré respuesta.

En esa carta todas las palabras van acompañadas de sinceridad, melancolía, un par de recuerdos y sonrisas borradas por el dolor que sentí en la garganta al escribirlas. 

Creo que uno difícilmente se da cuenta de lo mucho que quiere a sus más cercanos, los que están siempre a nuestro lado por vínculo consanguíneo o por convicción. Pero, sin importar el motivo, siempre están dispuestos a apoyarnos y a darnos fuerza en los momentos más complicados, cuando la vida nos embiste.

La primera y única carta que le escribí a mi hermana la hice cuando ella ya no estaba en este mundo.  Al escribirla, sentí cada palabra recorrer lo más profundo de mi ser; cada letra electrificó mi cuerpo antes de ser plasmada por mi mano e incluso mi firma fue especial. Supongo que son cosas que máximo pasan una o dos veces en la vida.

Me queda pensar que el amor viene inexorablemente acompañado de dolor: cuando se ama de verdad, el dolor carcome un poco de tu espíritu, te sientes disminuido de algún modo, aunque, en algún misterioso sentido, también te puedes sentir acompañado, tal vez no por quien ya no está, pero sí por todos los recuerdos y enseñanzas que te dejó.

6

Dejar un comentario

X