La fuerza del amor

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¿Cuántas cartas de amor tuvo que haber deseado antes de que le escribiese una? Es una pregunta que frecuentemente está en mi mente. Siempre me dijo que anhelaba ser conquistada y di por hecho que las cosas que teníamos en común nos mantendrían unidos, pero no fue así.

¿Cuántas cartas me envió ella? Fueron tres años en que sin motivo aparente o en ocasiones especiales recibí una carta que concluía con un “siempre tuya”.

Sin embargo, durante los últimos dos años de la relación esas cartas desaparecieron paulatinamente, hasta que las empecé a extrañar. Es irónico que después de que dije odiarlas, ahora vuelvo a leer cada una con la esperanza de recuperar algo que no tiene solución, porque ella ya no está y yo no fui lo suficientemente valiente para expresar de alguna manera todas las emociones que su amor causaba en mí.

Tenía razón Dostoievski al decir que «Es al separarse cuando se siente y se comprende la fuerza con la que se ama», porque justamente leyendo la última carta que Rose me ha dejado, comprendo que nunca necesitó a alguien que la cuidara o limitara y menos que la protegiera financieramente. Lo único que deseaba de mí era que la amara y no se lo pude demostrar. 

Irónicamente aquí estoy, leyendo cada noche la evidencia latente de lo que fue el final de esta relación. He respondido a cada carta enviada durante el último año, porque no tengo a quien recurrir para hacerles saber mi dolor. Mi vida parece continuar igual o mejor que cuando ella se fue, sólo que han sido los empleados y Carlos, quienes cada vez toleran menos mi mal humor.

Mi madre ha preguntado por ti, porque ya no cree la versión de que cuidas a un familiar. Mi padre se limita a no intervenir en mi vida. Mi hermano parece quererme hablar sobre lo ocurrido, pero es leal a la amistad que mantiene con Rose y si sabe dónde se encuentra no me lo dice, a pesar de que ha visto los cambios que estos meses han producido en mí. No puedo creer que todos hayan observado lo que yo me negaba a ver. Eras increíble en cualquier aspecto. Y ahora lamento no haberte dedicado el tiempo suficiente y demostrado lo que significaste para mí.

Porque nuestra relación no terminó con un beso, ni con un abrazo, es más, ni con un conflicto, como suele suceder. Nuestra relación terminó con una frase que penetra mi mente y mi alma a diario: “espero que seas feliz Rodrigo, gracias por todo”.

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