
Distante y pensativa.
Dolorosa y carcomida.
Se halla la palabra dormida
en la garganta derruida.
Pasan los segundos,
y la palabra sometida
al estertor apabullante
de una voz transida.
Dolor de una herida callada.
Llega la palabra vencida
al cauce de una boca tímida.
Por un grito electrizante
la palabra es devorada,
y, con un llanto, destruida.
Lágrimas perversas,
lágrimas insultantes.
Cada una de ellas
reemplaza las sílabas
de la palabra huida.
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