
En primavera las flores hablan pero muy pocos logran escucharlas, se dice que tienes que estar enamorado, deprimido o eufórico para poder percibir su voz. Yo estaba ansiosa porque quería encontrar tu nombre y llevaba días buscándolo en jardines, parques y tiendas sin éxito.
—Doña Meche vende flores —indicó mi hermana —pero en mi opinión, él no se merece ni una sola palabra.
—No es para él, es para mí —aseguré, y me dirigí a la casa de nuestra vecina.
Doña Meche es una anciana de 74 años que se dedica a vender chucherías en el tianguis del fin de semana. En su jardín tiene sembradas diversas plantas que vende solamente a sus familiares o conocidos; cuando yo le platiqué mi inquietud, ella me mostró algunas flores que repiten nombres y por fin encontré el tuyo en los pétalos de un lirio azul.
— ¿Quieres acompañarlo con alguna frase? Los girasoles dicen palabras alegres y las rosas recitan poemas enteros.
—Solo necesito una palabra —admití.
—¿Un regalo de aniversario?
—Un remedio.
—¿Para el mal de amores? —asentí con una sonrisa.— Entonces no deberías llevarte este lirio, llévate las nomeolvides, ellas van a decir el nombre que deseas cuantas veces sean necesarias, son flores sencillas pero efectivas, plántalas en tu jardín y riégalas todos los días hasta que se marchiten.
—Me dijeron que tenía que enterrar la flor para olvidar.
—Olvidar no es sanar, si en verdad quieres hacerlo tienes que enfrentar la situación. Lo mejor sería ponerlas en una maceta lo más cerca de ti para poder escucharlas.
—¿Escuchar una sola palabra todos los días?
—Solo necesitas una—sonrió al recordar mi frase.
Y así fue. Puse la planta en mi habitación, cerca de la ventana para que le diera el sol y de mi cama para que me hablara al oído. Cuando yo te extrañaba, las flores gritaban y cuando apenas pensaba en ti, emitían un pequeño murmullo. Una sola palabra bastó para activar diversos recuerdos y escribir cientos de historias; las padecí todas en silencio hasta que eventualmente dejé de escucharla.
Nunca supe si su sonido desapareció porque se me acabó el amor, la depresión o la primavera, pero, sin duda alguna, sufrí mucho cuando ella murió, porque más que un remedio para sanar mi corazón roto, fue mi única compañía.
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