Palabras en movimiento

pexels-picjumbocom-210661-scaled-thegem-blog-default

¿Cuántos de nosotros no hemos estado presionados por la manera de escribir una carta de amor? Las cartas, en algún momento, fueron esenciales para la comunicación entre las personas. Hoy casi nadie escribe y cuando sentimos la necesidad de hacerlo no encontramos las palabras correctas. ¿Cómo empezar a decir lo que sentimos?

     Escribir resulta complicado, titubeamos con las palabras sin darnos cuenta de que son las principales trabajadoras de nuestro pensamiento. Jorge Larrosa manifiesta de la siguiente manera su creencia hacia las palabras: 

 

Las palabras determinan nuestro pensamiento porque no pensamos con pensamientos sino con palabras, no pensamos desde nuestra genialidad, o desde nuestra inteligencia, sino desde nuestras palabras.

 

     Larrosa expresa el significado de las palabras, su origen y características. Lo que falta es ser protagonista de lo que escribimos. La escritura dependerá de cómo nos sentimos. Imposible escribir una carta de amor si no estamos enamorados. Las palabras son difíciles de encontrar, a veces nos embriagan porque no sabemos utilizar las adecuadas en el momento adecuado. 

     Con el paso del tiempo tomamos confianza y, sin previo aviso, la pluma está a nuestro alcance para cambiar el rumbo de lo que queremos expresar. Las cartas no lo dicen todo, es trabajo del receptor interpretarlas y descubrir qué le queremos decir:

el sentido o el sinsentido, es algo que tiene que ver con las palabras. Y, por tanto, también tiene que ver con las palabras el modo como nos colocamos ante nosotros mismos, ante los otros, y ante el mundo en el que vivimos.

 

     Nos acostumbramos tanto al movimiento natural de las palabras que olvidamos su función principal: comunicar. Al estar en contacto con la hoja en blanco ya no somos capaces de reconocernos, sufrimos transformaciones repentinas y cuando queremos expresar nuevas ideas ya no podemos. Ese es el malestar que, precisamente, debemos gritar con toda nuestra fuerza y para ello es preciso tener en cuenta que toda carta empieza y acaba con un pequeño signo. 

 

Referencia 

Larrosa, Jorge. La experiencia de la lectura. México: FCE, 2003. p. 86

3

Dejar un comentario

X